sábado, 4 de diciembre de 2010

Obras maestras (gatos)

                                             OBRAS MAESTRAS

“El más pequeño gato es una obra maestra.” (Leonardo da Vinci)

A ver: ¿a ustedes le gustan los gatos, o los perros? Porque no me van a negar que hay toda una rivalidad en esta cuestión con un buen cúmulo de razones a favor de ambos bandos. Unos esgrimirán el señorío, el misterio y la pulcritud de los gatos; los otros citarán la bonhomía, la lealtad y el celo de los perros. En cuanto a civilizaciones milenarias, los egipcios adoraban los gatos, ignorando a los perros; en contrapartida, el zodíaco chino posee un signo para el perro, y el gato está ausente.
Todo un tema doméstico, aunque en este espacio el planteo de mi parte ya está definido: si bien me gustan los perros, prefiero los gatos (Harry puede dar fe de ello) y es por esa razón que les traigo músicas y letras que intentan pintar una aproximación al amor que tenemos algunos humanos hacia los gatos.

Pasa algo con los gatos y la música, sino como se explica que dos de los más grandes músicos argentinos se apodaran Gato (Leandro ‘Gato’ Barbieri y Astor Piazzolla, a quién sus amigos y allegados lo llamaban ‘Gato’). Otro músico argentino radicado en España, ya fallecido, lucía orgullosamente su apodo, el rumbero Gato Pérez, el de ‘Gitanitos y morenos’ que popularizó aquí en los ’80 la bella Silvina Garré, (dicho sea de paso compuso ‘Todos los gatos son pardos’).
Si serán importantes los gatos que hasta tienen una danza folklórica con su nombre. Es un baile agraciado y elegante en el que la pareja baila separada, dibuja un juego amoroso, con en el hombre persiguiendo a la mujer. Según la región, el gato puede ser cordobés, polquiado, patriótico, cuyano, encadenado o con relaciones.
Y hablando de folklore, el genial Cuchi Leguizamón tiene algo que decir acerca de los gatos. Con su proverbial manera de contar anécdotas, nos relata una historia acerca de los gatos, en una entrevista realizada por Mona Moncalvillo: “A los gatos los crían, por lo general, las muchachas solteras que hacen la transmigración del amor que no vino con un amor que se va. El gato siempre se va. Pero el gato se las rebusca para tomar la mejor leche, para comer la carne más fresca, pero eso hasta las seis, siete de la tarde, que mantiene la ficción del domesticado, porque no hay solterona que no cree que su gato es domesticado y lo cree una maravilla. Pero cuando aparecen las primeras sombras ya está en el tejado librando sus terribles batallas de amor. Y al otro día aparece herido, sangrante, sucio y la niña exclama: ‘¡Ay mi gatito!’, y lo baña, y le da leche, y le da la mejor cama. Y al otro día vuelve a hacer lo mismo. Los gatos de Salta estaban tan preocupados que han consultado a los psicólogos, y éstos han hecho un estudio y han declarado que todos los gatos de Salta son machistas, que son sádicos, perversos, y le han recomendado terapia de grupo. Y como ya algunos gatos habían conocido el suburbio salteño, que es bastante parecido al porteño, pensaron con razón que el grupo era la terapia…”
María Elena Walsh, compositora de excepción que transitó el folklore y el género trovadoresco, creó en su hermosa obra para niños un verdadero universo gatuno: está el gato Confite, que sufría un terrible dolor de muelas. Justamente fue su enemigo, el perro dentista, quién le recetó como cura un bombón de pescado, porque se apiado del pobre Confite, que sentía la más grande de las penas, la tristeza gatuna. En su ‘Chacarera de los gatos’, María Elena habla acerca de tres morrongos que viajan a Tucumán con la intención de participar en un concurso de belleza para gatos, sin saber que era un concurso… para gato y chacarera. Luego declararían que “Tucumán es feo y triste porque el gato allá no existe.”

Un músico argentino (y rosarino) que es amante de los gatos (y los perros) es Litto Nebbia. Orejita, el gato de su niñez; Judicci, blanco, con cara de rusito; Ramoncito, de su estadía en México; y Lorenzo, todo un caballero, son sólo algunos de los gatos que el ex Gato tuvo a los largo de su vida (y sus divorcios).
“Todo esta locura por los gatos no tiene nada que ver con el nombre de mi grupo de adolescencia – cuenta Nebbia en su biografía - Es cierto que a Ciro Fogliatta (mi compañero con el que formamos el grupo) y a mí nos gustaron siempre los gatos, pero, a la hora de elegir un nombre para el grupo, surgió porque estéticamente nos agradaba y nada más… Es cierto que la figura del gato está relacionada con la noche, la bohemia, la libertad, su independencia, la astucia, la música y las siete vidas… Aún así, cuando me preguntan: ‘¿Por qué le pusieron Los Gatos…?’, respondo por nada en especial…”

Otro loco por los gatos fue Freddie Mercury. Cuando en 1985 lanzó su disco solista “Mr Bad Guy”, escribió en la portada del álbum: “Dedico este disco a mi gato Jerry, también a Tom, Oscar y Tiffany, y a todos los amantes de los gatos de todo el universo. Los demás que se jodan.”
Pero años más tarde Mercury fue más lejos: publicó una canción dedicada a su gata en “Innuendo” (1991), el último disco de Queen en el que participó en vida, no sin tener resistencia de algún integrante del grupo (Roger Taylor). La canción se llama ‘Delilah’ y en ella Mercury habla de  su gata favorita con adjetivos del calibre de impredecible, irresistible, inocente y manzana de mis ojos. Cuentan algunos allegados que Delilah estaba en la cama junto a Mercury cuando éste falleció en noviembre de 1991.

Jorge Luis Borges, uno de los más grandes escritores que nació en esta tierra, creador de bellos poemas que son música, fue un gran amante de los gatos. Por ejemplo, Borges escribió en ‘A un gato’, “No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alma aventurera / Eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos / Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vagamente / Más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto / Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano / Has admitido, desde esa eternidad que ya es olvido, al amor de la mano recelosa / En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño.” Pedro Aznar le puso música a este poema y lo publicó en “Caja de música” (2000), disco en el que Aznar musicaliza diez poemas de Borges y lo interpreta en vivo, con invitados.
Borges tuvo varios gatos, Odín, que le sobrevivió casi diez años; y Beppo, un gran gato blanco que se llamaba así por un gato que tuvo Lord Byron. “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son – dijo alguna vez - Estoy solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me protegiera.”.
Dicen que don Jorge Luis le escribió un poema cuando su mucama le contó que Beppo jugaba y atacaba su propia imagen en el espejo: “El gato blanco y célibe se mira en la lúcida luna del espejo / y no puede saber que esa blancura / y esos ojos de oro que no ha visto nunca en la casa son su propia imagen. / ¿Quién le dirá que el otro que lo observa es apenas un sueño del espejo? / Me digo que esos gatos armoniosos, el de cristal y el de caliente sangre, / son simulacros que concede el tiempo, un arquetipo eterno. Así lo afirma, sombra también, Plotino en las Ennéadas. / ¿De qué Adán anterior al paraíso, de qué divinidad indescifrable somos los hombres un espejo roto?”

Surge la siguiente pregunta, ¿por qué a los gatos se los asocia con chicas licenciosas y de vida ligera? Se puede citar ‘Gata de noche’, de Vox Dei; o ‘Rock del gato’, de los Ratones Paranoicos. Lo dejamos así, de otra manera nos adentraríamos en un terreno demasiado escabroso.
Finalmente, para calmar las aguas del otro bando en cuestión, prometo que en el futuro en esta columna aparecerá, como corresponde, un artículo dedicado a los perros, porque nobleza obliga, se lo merecen tanto como los gatos.

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