jueves, 9 de junio de 2011

EL ÚLTIMO CAFÉ


                             EL ÚLTIMO CAFÉ

Hace décadas que el tango transitó su época dorada. Como género, en estos días ha perdido protagonismo en las nuevas generaciones y su presencia en los medios es escasa (se circunscribe a programas de radio específicos en horarios extraños). Sus intérpretes muestran su arte en un acotado circuito de las grandes urbes, teniendo su mayor oportunidad de trabajo en varias capitales europeas y en Japón. Los actuales cultores no logran que las nuevas generaciones lo adopten o siquiera lo degusten de vez en cuando.
El tango seguirá existiendo, por peso propio, por historia; ya no con la enorme popularidad de antaño pero sí en nuestra forma de ser, en el paisaje urbano, en la voz y en la forma de componer de muchos artistas nuevos que poseen algún gen tanguero.
Mientras tanto, celebremos al género ciudadano con este tango canción que merece ser cantado:

‘El último café’ (Cátulo Castillo - Héctor Stamponi)
Llega tu recuerdo en torbellino, vuelve en el otoño a atardecer
Miro la garúa, y mientras miro, gira la cuchara de café.

Del último café que tus labios con frío
Pidieron esa vez con la voz de un suspiro.

Recuerdo tu desdén, te evoco sin razón,
Te escucho sin que estés; “Lo nuestro terminó”
Dijiste en un adiós de azúcar y de hiel...

¡Lo mismo que el café, que el amor, que el olvido!
Que el vértigo final de un rencor sin porqué...

Y allí con tu impiedad me vi morir de pie,
Medí tu vanidad, y entonces comprendí mi soledad
Sin para qué... Llovía. Y te ofrecí... ¡el último café!

José Gobello en su ‘Conversando tangos’ (A. Peña Lillo Editor, 1976) cuenta que ‘El último café’ ganó el primer premio en el primer concurso organizado, con mucho ruido, por la compañía Odol, en diciembre de 1963. Lo cantó entonces, para presentarlo a ese certamen, Raúl Lavié, pero un par de días antes lo había grabado la orquesta de Héctor Várela con el cantor Ernesto Herrera.
‘El ultimo café’ pertenece al género tango-canción que inauguraron Gardel y Le Pera en la década del 30 con canciones como ‘El día que me quieras’ y ‘Cuando tu nos estás’. ¿Qué pasaba? Las películas que protagonizaba Gardel y escribía Le Pera se veían en Europa y Estados Unidos, es por ello que la música y las letras de los tangos tenían un tinte “for-export”, evitando las palabras en lunfardo. Esta nueva manera de escribir tangos, con cierta apertura melódica, le permitió al género tomar nuevos aires y colarse en un repertorio de artistas internacionales (hay que reconocer que con resultados disímiles).
A partir de la década del 40 cuando los cantantes solistas comenzaron a tomar mayor protagonismo se comenzaron a escuchar con mayor asiduidad tangos que poseían una lírica romántica, con música con puntos de contacto con el formato canción o el bolero, como es el caso de ‘El último café’.
Junto a José Razzano, Castillo también escribió ‘Café de los Angelitos’, un tango que se emparenta con ‘Cafetín de Buenos Aires’ de Discépolo (ambos recrean la bohemia de esa época). En ‘El último café’, en cambio, el poeta toma la figura del pocillo de café como emblema de una amarga despedida, del final de un amor.

El poeta
El periodista César Tiempo, compañero de colegio de Cátulo Castillo, publicó en noviembre de 1975 en el diario Clarín una evocación de su figura, a menos de un mes de su muerte, ocurrida en octubre de ese año: “Dios puso en órbita a Cátulo un domingo de invierno y lo sacó de circulación un domingo de primavera. ¿Cómo es posible que Dios, nada menos que Dios, haya hecho lo que hizo con Cátulo, un camarada entrañable e imprescindible, un muchacho que tenía la alegría de los santos y su bondad, mientras tolera que sigan actuando, defraudando, corrompiendo, perfeccionándose en el ejercicio de la indecencia, de la ruindad y del crimen, tantos marrulleros con patente de corso, tantos hampones despiadados, tantos canallas refugiados en los aguantaderos de la impunidad y el cinismo.”
Cátulo nació en 1906 en Buenos Aires en la calle Castro, entre un potrero y un tambo. Su padre, José González Castillo, tuvo una agarrada de padre y madre con el Jefe del Registro Civil cuando éste se negó inscribir a su hijo con el nombre de Descanso Dominical. Es que González Castillo, que en ese entonces tenía 21 años, era un anarquista empedernido y romántico que luchaba por los derechos del hombre. Luego de que el funcionario hiciera reflexionar al flamante padre, éste lo pensó mejor y lo hizo llamar Ovidio Cátulo. Ovidio por el poeta romano que fue exiliado por el emperador César Augusto en el siglo 8 antes de Cristo; y Cátulo por Gayo Valerio Cátulo, poeta rebelde que tuvo el coraje de enfrentarse al César.
Es responsable de la letra de ‘Tinta Roja’ y ‘Silbando’ (con música de Sebastián Piana); y de ‘Caserón de tejas’, ‘Desencuentro’,  ‘A Homero’, ‘María’ y ‘La última curda’ (con música de Aníbal Troilo) entre otros célebres tangos.

El compositor
Héctor ‘Chupita’ Stamponi nació en 1916 en Campana y desembarcó en Buenos Aires veinte años más tarde junto a otros jóvenes que también pasarían a ser parte del tango, el violinista Enrique Francini y el poeta/letrista Homero Expósito. Luego de participar en varias orquestas en los años 30, en 1943 se radicó en México, donde se dedicó a escribir música para películas. A su regreso, acompañó a cantantes de la talla de Hugo del Carril, Alberto Marino y Edmundo Rivero, además de formar un célebre dúo de piano y violín con Francini.
‘Chupita’, al frente de su piano, le imprimió un carácter melódico a su música que lo distinguiría en sus temas. Compuso con Homero Expósito el exquisito vals ‘Pedacito de cielo’, ‘Qué me van a hablar de amor’ y ‘Quedémonos aquí’; con Horacio Ferrer, ‘Soy un circo’; y con Cátulo Castillo, ‘Perdóname’ y ‘El último café’.
Tres años antes de su muerte ‘Chupita’ alcanzó a grabar “Héctor Stamponi interpreta al piano su música” (1994), gracias a la insistencia de Litto Nebbia para su sello Melopea. En su último álbum recrea sus mejores con su piano florido y romántico.

Algunas versiones de ‘El último café’
Julio Sosa (simple de 1964): el barón del tango, el último de los cantantes tradicionales del tango, adorna el tango-canción con su garganta privilegiada a pesar de un coro molesto incluido en la grabación.
Roberto Goyeneche, con Baffa-Berlingieri (“Che bandoneón”, 1967): con el bandonéon de Ernesto Baffa y el piano de Osvaldo Berlingieri, el Polaco eleva este tema a alturas insospechadas.
Susana Rinaldi (“Sin estridencias”, 1991): La Tana Rinaldi en vivo desde un salón del edificio Torres de Manantiales de Mar del Plata aborda ‘El último café’ con su personal y sanguíneo estilo.
Rocío Durcal (“Entre tangos y mariachis”, 2001): La madrileña lo canta a modo de bolero azucarado, acentuando la veta romántica (y dramática) de la composición.
María Volonté (“Fuimos”, 2003): Volonté crea una atmósfera mágica junto al pianista Horacio Larumbe, que pinta el tango con sus inolvidables pinceladas de jazz.
Julia Zenko (“Vida mía”, 2006): Técnica y dulzura son los sinónimos de este abordaje que realiza Julia Zenko acompañada por el piano de Sonia Possetti.


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