domingo, 25 de septiembre de 2011

                                        PELÍCULAS

El cine nació y creció ayudado por la música como un elemento fundamental para su desarrollo. En sus albores, cuando era mudo, un pianista, desde la oscuridad, marcaba los momentos de tensión o los pasajes de intenso lirismo que los espectadores observaban en la pantalla. Con la llegada del cine sonoro, la música no perdió protagonismo, al contrario, grandes obras maestras del cine no lo serían sin la música, pongamos por caso ‘Psicosis’ de Alfred Hitchcock.
Directores de la talla de Woody Allen, Martin Scorsese o Pedro Almodóvar eligen minuciosamente la música para sus películas (generalmente canciones ya escritas); hay directores que crearon duplas indisolubles con grandes compositores que escribieron música especialmente para ellos (Federico Fellini con Nino Rota). Pero hoy nos circunscribiremos a aquellos músicos que crearon a partir del séptimo arte, transmutando su pasión por el cine en inspiradas canciones.

Que se puede hacer salvo ver películas
Charly García es un apasionado del cine y lo ha demostrado fehacientemente en su discografía. Es sin duda, el músico argentino que en mayor medida ha mostrado su cinefilia en su arte.

 En “Instituciones” (1974), de Sui Generis, incluye 'Las increíbles aventuras del Señor Tijeras', basada en el tristemente célebre PaulinoTato, designado interventor en el Ente de Calificación Cinematográfica en agosto de 1974 durante el gobierno de Isabel Perón. Cuando el gobierno de Isabel es derrocado, Tato conservó su puesto, acrecentando su poder y sus tijeras durante la dictadura militar (el Ente se disolvería en 1984). En una entrevista realizada por Mona Moncalvillo, Paulino Tato, ya jubilado, recordó sus trabajos con la tijera. Reconoció haber aplicado la censura a 336 filmes europeos y sólo a uno argentino, ‘Los años infames’, “porque pintaba muy mal al país”.
'Las increíbles aventuras del Señor Tijeras' se publicó pero sin la última estrofa que decía: “Yo detesto a la gente que tiene el poder / de decir lo que es bueno y lo que es malo también / Sólo el pueblo, mi amigo, es capaz de entender / los censores de ideas temblarán de horror / ante el hombre libre a la luz del sol…”.
En 1977, con su agrupación La Máquina de hacer Pájaros, Charly García edita “Películas”, cuyo tema principal es titulado con la pregunta ‘Qué se puede hacer salvo ver películas’, composición que junto con ‘Hipercandombe’, retrataban la atmósfera imperante en esos años siniestros. La canción incluye un diálogo del film ‘Casa de muñecas’ (Ernesto Arancibia, 1943) entre Delia Garcés y Pedro Rigato (alias George Rigaud).
En la portada del disco se puede ver a los músicos saliendo de un cine cuyas marquesinas muestran el afiche de ‘Trama macabra’ de Alfred Hitchcock.
Con Serú Girán, Charly le dedica una canción a Hollywood en La Grasa de las Capitales” (1980) y un año más tarde, en “Peperina” (1982)  incluye 'Cinema Verité' , un tema de imágenes etéreas y cinematográficas; en el mismo disco, ‘Salir de la melancolía’ comienza con un diálogo entre Rita Hayworth y Glenn Ford  del film ‘Gilda’ (Charles Vidor, 1946).
Ya como solista, Charly incluye 'Kurosawa', una bella canción en “La hija de la lágrima” (1990) y en “El aguante” (1998), recupera 'Pedro trabaja en el cine', que retrata las fantasías de un chocolatinero. “Una vieja canción que nunca grabó por vergüenza”, prologa Sergi Marchi en el disco. En “Influencia” (2002), hay una baladita instrumental, 'Película sordomuda', en la que Charly, al piano, rememora a los pianistas que musicalizaban las películas mudas.

Actuaciones y directores
Con respecto a canciones escritas sobre estrellas del cine, no podemos dejar de citar a ‘Bette Davis Eyes’ (‘Los ojos de Bette Davis’), escrita en 1974 por Donna Weiss y Jackie DeShannon, popularizada en 1981 por Kim Karnes, una vocalista oriunda de Pasadena, California, que fue devorada por ese éxito.
El dúo femenino británico Bananarama compuso en 1984 en torno a Robert De Niro, ‘Robert De Niro’s Waiting’; mientras que otro dúo, en este caso de California, The Postal Service, publicaron “Give Up” (2003), que contiene la pegadiza ‘Clark Gable’. Un año antes, Sheryl Crow se anotó con ‘Steve McQueen’, incluida en “C’mon C’mon” (“Al igual que Steve McQueen, todo lo que necesito es un auto rápido…”).
Los indie estadounidenses Yo la tengo, en cambio, le cantaron al actor británico Tom Courtenay y citan a Julie Christie, actriz que coincidió en dos filmes con Courtenay; mientras que la agrupación de ska Madness canta en ‘Michael Caine’: “Y lo único que quería era una palabra o una fotografía para conservar…”, mientras samplean la propia voz de Caine pronunciando su nombre (“Keep Moving”, 1984).
Bauhaus, los cultores del rock gótico, homenajearon a un maestro del terror en ‘Bela Lugosi’s Dead’ (“Press The Eject and Give Me The Tape”, 1979); y Suzanne Vega en su disco debut recuerda a Marlene Dietrich en ‘Marlene On The Wall’: “Marlene observa desde la pared, su sonrisa capciosa lo dice todo…”

Por nuestros pagos, Raúl Garello grabó “Tangos, Homenaje a Woody Allen” (1992), con letras de Horacio Ferrer. Un particular tributo tanguero a don Woody en el que Gustavo Nocetti canta en el tango de apertura: “Woody Allen, quiero verte en Buenos Aires, ruso piola y atorrante de Manhattan, con tu cara de gilastro, y tu corazón en llamas, te veo por Corrientes palpitando nostalgias que hacen mal, pero son lindas…”

Films
En 1990 el canario Pedro Guerra publicó “Golosinas”, aquel recordado álbum que contenía, entre otros, ‘El marido de la peluquera’, en torno al film de Patrice Leconte, ‘Le mari de la Coiffeusee’, emotiva historia de amor protagonizada por Jean Rochefort y Anna Galienna.
Catatonia grabó ‘I’m The Mob’ (“International Velvet”, 1998), basada en Luca Brasi, el personaje interpretado por Lenny Montana en ‘El Padrino I” (1972), de la saga de Francis Ford Coppola. Años más tarde, los Greenskeepers lanzaron en el 2004 un single inspirado en las terribles prácticas de Buffalo Bill, el asesino serial de ‘El silencio de los inocentes’ (Johnattan Demme, 1991). Dos años antes, Audioslave grabó ‘Show Me How to Live’ (“Audioslave”, 2002), basado en la figura de los replicantes, híbridos de robots y humanos que aparecían en ‘Blade Runner’,  el gran film de Riddley Scott basado en la novela ‘¿Suenan los androides con ovejas eléctricas?’ de Philiph Dick.
En su más que logrado “El amor después del amor” (1992), Fito Páez homenajea el film ‘Thelma and Louise’ (Ridley Scott, 1991) en ‘Dos días en la vida’. En ese mismo disco, Fito incluye ‘La balada de Donna Helena’ que luego la convertiría en cortometraje antes de debutar formalmente como director.
Los Pixies homenajean al ‘Perro Andaluz’ (1933)’, el célebre corto pergeñado entre Luis Buñuel y Salvador Dalí en ‘Debaser’ (“Doolittle”, 1989).

Por último y no menos importante, reseñamos algunos tributos desde España: Luis Eduardo Aute (otro realizador) lo hace en ‘Cine, Cine’; Joan Manuel Serrat en ‘Los fantasmas del Roxy’; Ismael Serrano en ‘Sesión continua’; Mecano en ‘El cine’; Joaquín Sabina en ‘Yo quiero ser una chica Almodóvar’ y ‘Viridiana’. Amaral cita al Nicolas Cage de ‘Leaving LasVegas’ en ‘Moriría por vos’ y Javier Álvarez a Norma Desmond, personificada por Gloria Swanson en ‘Sunset Boulevard’ (Billy Wilder, 1950).

jueves, 8 de septiembre de 2011

                       FAMILIA CANCION

Es altamente gratificante para un padre y un hijo realizar un proyecto, una tarea, juntos, codo a codo. Lo es más si se trata de crear algo desde cero, pariendo algo como resultado de la comunión de dos talentos. Moris y Antonio Birabent lo lograron cuando decidieron grabar un disco. Hacía mucho tiempo que se lo debían, era un mandato inevitable que se postergaba por motivos de agenda o de ritmos de vida diferentes. Finalmente, Moris y Antonio Birabent, ambos músicos, ambos referentes de la música argentina, se encontraron en “Familia canción”, diez postales musicales con pinceladas ciudadanas y sabor argentino.

El padre
Papá Moris es responsable de componer y grabar con Los Beatniks en 1966 el primer simple del rock argentino con dos canciones en castellano, ‘Rebelde’/’No finjas más’. El disco vendió unas pocas copias pero dejó encendida la mecha. Más tarde Los Gatos marcaron el inicio 'oficial' del rock argentino con el simple ‘La balsa’ y su lado B ‘Ayer nomás’, una composición de Moris con letra de Pipo Lernoud.
Más tarde se convertirá en el gran trovador del rock en Argentina con su fundacional (e indispensable a la hora de comprender los inicios del rock en Argentina), “Treinta minutos de vida” (1970), ese álbum que contiene ‘El oso’, ‘De nada sirve’ y ‘Escúchame entre el ruido’. Luego de “Ciudad de guitarras callejeras” (1974), otro inspirado ramillete de canciones, a Moris le esperaba otro destino: enseñarle a los españoles esto del rock en castellano. Su carta de presentación es “Fiebre de vivir” (1978), el del rocanrol  ‘Sábado a la noche’ y la balada ‘Nocturno de princesa’. Joaquín Sabina confesaría tiempo después que “El retrato de lo cotidiano en España fue invento de Moris”.
Moris no es un músico prolífico, su último registro data de 1995, (“Sur y después”), tampoco lo ayuda su bajo perfil. Dice Inés González Fraga, su mujer desde 1965, que estos últimos años se ha dedicado a leer, escuchar música y a la pintura, aunque tiene cuadernos enteros con temas que no han salido a la luz.

El hijo
Antonio Birabent creció entre Madrid y Buenos Aires. Animal mediático, todos estos años ha sabido moverse como pez en el agua en la televisión y el cine. En los ’90 dejó huella en la tv como actor en ‘Verdad consecuencia’, y como periodista con los programas ‘Rocanrol’ y ‘La cueva’. Debutó en el cine con ‘Tango feroz’ encarnando la figura de su padre. En 1998 se independiza y crea Sitios laterales, su sello propio, grabando “Azar”.
Con la incontinencia musical de un Nebbia o un Calamaro, Antonio tiene en su haber más de una docena de discos. Los primeros, con impronta rock y pop, un par electrónicos, los últimos con el propósito que heredó de su padre: el de constituirse en cronista urbano. Le compuso a su ciudad varias canciones y confiesa: “Soy un amante de Buenos Aires. Quizá me estoy poniendo viejo, pero siento que no podría estar lejos del lugar donde vi la luz por primera vez…”

El disco
“Familia canción” está compuesto por diez canciones nuevas que son el resultado de cinco décadas de componer de parte de Moris y de 25 años de escribir música de Antonio. Las composiciones no están firmadas, prefirieron no declarar la autoría, aunque se puede sospechar de quién es cada tema, no sin sorpresas: ‘Thomas y Lacroze’ parece letra del padre, pero es del hijo.
La producción e instrumentación está a cargo de Antonio Birabent y el co-equiper de su banda, el guitarrista y arreglador Víctor Volpi.
“El disco por un lado es clásico, un álbum de temas clásicos que ojalá dé lugar a futuros clásicos, pero por otro lado también hay mucha búsqueda - cuentan los dos - Para los dos fue algo así, compartir el disco, las composiciones en un diáfano ambiente donde conviven el clasicismo y el fuerte desafío que esto representó para nosotros. Un amigo de los dos lo describió como un disco muy épico, tiene algo de épico, algo de himno, hay como un himno dando vueltas en el disco y una nostalgia bastante épica en el álbum. Sin embargo hay un par de temas que están más cercanos al rock o al blues, un género que los dos en algún momento hemos cultivado”.
Los Birabent comprueban una vez más cómo se han derribado los géneros en la música argentina. Moris, un rocker de la primera hora frasea y escribe como un tanguero; y un cancionista pop como Antonio canta letras en sintonía con los poetas ciudadanos. En “Familia canción” la omnipresencia del tango es notoria y natural, como la presencia de los pulsos roqueros habituales en sus protagonistas.
En cuanto a las voces e interpretaciones, la de Moris, es su rasgo distintivo que supera largamente la media imperante. Con los años se ha convertido en un crooner a mitad de camino entre al tango y la balada roquera, posición que lo torna indestructible en lo suyo. Antonio ha sabido construir un estilo vocal casi en las antípodas de su padre, pero que aquí se complementan sabiamente.
“Cuando la civilización estalle en mi pobre corazón, cuando la visión distante rompa el instante de la sinrazón / Cuando las calles muerdan el polvo del desamor, cuando las ciudades caigan / yo sé que haré… yo estaré en el medio de la ruta, yo estaré en el medio del camino… yo estaré debajo de la lluvia… yo estaré con mi guitarra al hombro…” dicen padre e hijo en ‘Civilización’, el tema que abre el disco.
Estas canciones respiran tango, letras urbanas que retratan los personajes y el habitante de Buenos Aires. Cada uno, a su manera lo reflejan en una canción, Antonio canta: “Buenos Aires, sur interminable, sos el trono de la América inversa / Buenos Aires, antiguo nombre que todo lo toca, todo lo quema / sepan todos que yo fui el amante de tus noches / sepan todos que yo fui el caminante de tu corazón…” (‘Buenos Aires sur’); el padre, Moris, apela a la nostalgia: “Parado en una esquina de un rancho en la ciudad / hoy llueve como siempre y es igual que hace un mes / invierno en Buenos Aires, lunes otra vez / estoy aquí de vuelta, para adónde iré…” (‘Parado en una esquina’).
Pero las crónicas urbanas continúan, en ‘Barrio pobre’, cuentan: “Te conozco barrio pobre, madrugada, mate y soles / avalanchas del futuro, eterno grito social, la esperanza de un obrero, del camionero de cuero… y del noble camarero que te sirve tu café…”; en ‘Demorado en San Telmo’, retratan: “Cambalache de lo viejo y lo nuevo resuena el tun-tun del barrio tambor / alpargatas, libreros / Nos demorados al paso en San Telmo / en las caras, el cielo tan lejos del centro, tan lejos del centro… Yo me demoro en San Telmo…soy callejero…”
Los Birabent no podrían haber elegido un mejor cierre para el disco. ‘El poeta de Varela’ es una balada tan hermosa como nostálgica con destino de himno, que retrata la vida de un poeta humilde en su vocabulario, pero siempre rico en su intención. “Sabés, yo de pibe escuchaba Manal en las calles de Florencio Varela / ahora, ahora vivo bien, trabajo en el centro y a la tarde me vuelvo a Varela / Yo soy un humilde poeta de barrio, me llamo Horacio y cuando quieras te canto mis temas…” Así termina el disco, repitiendo como un mantra: … cuando quieras te canto mis temas…”

Padres e hijos
No son muchos los casos de padre e hijo grabando un disco compartiendo protagonismo. Hay que citar “Juntos por siempre” (2008), el álbum de Bebo y Chucho Valdés en el que cara a cara y piano a piano interpretan temas propios y del repertorio latinoamericano. Walter (padre) y Javier (hijo) Malosetti realizaron un recital en La Trastienda con el propósito de publicarlo como un disco en vivo.
Lurrie Bell, el guitarrista de Chicago, grabó con su padre, el armoniquista Carey Bell, “Getting Up Live” (2004) para Alligator Records, nominado como mejor álbum acústico para la Blues Fundation de Memphis.
Hay un proyecto de Paul y James McCartney de publicar un disco. James, el hijo de Paul, que lanzó el año pasado su primer disco (un ep compuesto por cinco temas), está grabando algunas canciones con el fin de acoplarlas a lo compuesto por su padre. Por ahora, es sólo un proyecto.