lunes, 28 de marzo de 2011

Vida de Perros

                                   VIDA DE PERROS

Hace un año esta columna fue tomada por los gatos, convirtiéndose en protagonistas exclusivos por un domingo. Hoy es justo saldar una cuenta pendiente: la de dedicar este espacio a los perros. Pero antes de entrar en tema hay que reconocer que los perros ya vienen precedidos de mala fama. Es común escuchar: “Está con un humor de perros”. ¿Quién inventó ese dicho? ¿Qué culpa tienen los perros que alguien se haya levantado malhumorado? Lo mismo se aplica a “vida de perros” o “noche de perros”, que supongo que lo habrá instituido alguien que tenía insomnio y escuchaba ladrar al perro del vecino.
Estas aseveraciones calumniosas hacia la raza canina han servido a muchos artistas para inspirarse. Serú Girán incluyó la dramática ‘Noche de perros’ en La Grasa de las Capitales” (1979) y Materia Gris, grupo liderado por Julio Presas, grabó una de las primeras ópera-rock en la Argentina: “Oh perra vida de Beto” (1972). Cruzando la cordillera, Los Bunkers, importante banda chilena, graban “Vida de perros” (2005) y se expresan así en el tema que titula el disco: “Llevo una vida de perros, mastico pan con veneno / Tengo la cabeza estrecha, la cola erguida, la amistad deshecha….”

En España, en Zaragoza para más datos, Santiago Auserón, ex líder de Radio Futura, decidió iniciar su carrera solista con el nombre artístico de Juan Perro. Luego de girar con su compadre Kiko Veneno, graba en La Habana “Raíces en el viento” (1995), su disco debut. Como no podía ser de otra manera, el álbum comienza con ‘A un perro flaco’: “Un perro flaco merodeando bajo la mesa del restorán / Y estirando un poquito la oreja, en sus ojos brillaba una queja, pero el plato vacío está…”
El grupo pop Mecano, en “Descanso dominical” (1988), homenajean a Laika, la perra que los rusos mandaron al espacio como parte de un experimento. “Era rusa y se llamaba Laika / ella era una perra muy normal, pasó de ser un corriente animal a ser una estrella mundial…”, cantaban los Mecano.

No todas son pálidas, tenemos varios artistas británicos que trataron este tópico. “The Beatles” (1968), el célebre disco doble (comúnmente llamado “Álbum Blanco”) que presagiaba el fin del grupo, contiene ‘Martha My Dear’, canción de MacCartney que parecía dirigida a una señorita. Al respecto, Paul declaró: “Mientras que todo el mundo piensa que es una canción sobre una chica llamada Martha, es realmente sobre mi perra, y nuestra relación es platónica, créanme”, haciendo alusión a su perra pastora inglesa. Pero parece que Paul había apodado a su perra de esa manera por una chica que había conocido. La canción en cuestión podría ser un homenaje a las dos (a la perra… y a la chica).
Led Zepellin tituló uno de sus clásicos ‘Black Dog’. Publicado en “Led Zeppelín IV” (1971), la letra del tema no hacía alusión a ningún perro, simplemente lo titularon así porque sus integrantes se cruzaron un gran perro negro cuando iban rumbo al estudio de grabación.
Habrán notado que los perros lloran ante sonidos que a los humanos no nos molesta, por ejemplo, diferentes sonidos de sirena o ante una armónica. Es que los perros perciben frecuencias que nosotros no escuchamos. Este hecho produjo una grabación histórica. En 1971, David Gilmour, el guitarrista de Pink Floyd, estaba cuidando a Seamus, la mascota de su amigo Steve Marriot, cuando observó que el perro lloraba y aullaba cuando tocaba su guitarra. Así es como el can se convirtió en vocalista invitado de Pink Floyd en ‘Seamus’, un blues que pasó a ser el quinto tema de “Meddle”, sexto álbum de los británicos. Resulta que este no había sido el debut discográfico de Seamus porque ya había participado en ‘The Universal’, single de The Small Faces, grupo de Marriot (se lo puede ver por YouTube en el video del tema jugueteando y ladrando en un jardín junto a otros perros).Cuando Pink Floyd editó el film “Live at Pompeii” (1972) con música de “Meddle”, el grupo debió buscar un reemplazo porque Seamus no estaba disponible. Recurrieron a una perra afgana llamada Nobs, que era propiedad de Madonna Bouglione, hija de un director de circo (en el film la canción pasó a llamarse ‘Mademoiselle Nobs’).
En 1977 Pink Floyd publica “Animals”, álbum cuyas letras trazaba un paralelismo con la novela de George Orwell, ‘Animal Farm’. En el extenso ‘Dogs’, los perros personifican a los elementos de persuasión de la policía del terror. El largo pasaje instrumental, obviamente, está acompañado de grabaciones de diferentes sonidos perrunos, algunos de ellos procesados electrónicamente. Finalmente, en “A Momentary Lapse of Reason” (1987), el Pink Floyd comandado por Gilmour, publica ‘Dogs of War’. Aquí Gilmour utiliza a los pobres caninos como sinónimo de instrumentos de guerra.
Sting abre su disco “Mercury Falling” (1996), con ‘The Hounds of Winter’, haciendo alusión a los perros de caza que lo siguen mientras camina buscando compañía en una mañana invernal. Hay varias canciones de Sting en la que el vocalista utiliza su voz a modo de un particular aullido de perro (suena feo pero Sting lo hace sonar bien), pero también puede ponerse en la piel de un perro enamorado en ‘Perfect Love... Gone Wrong’ (“Brand New Day”, 2000). “Tal vez fui un perro en mi otra vida”, bromea Sting.
Cruzando el Atlántico no le van en zaga con este tema. La compositora Laurie Anderson y su esposo Lou Reed brindaron el año pasado en Sydney un concierto… para perros. La idea le surgió a Anderson durante una conversación con una violonchelista cuando aguardaban a que comenzara una ceremonia de graduación. “Pensamos, '¿no sería fantástico si pudieras tocar un concierto y al mirar al público todo el mundo fuera un perro?' Pensé que, si un día tuviera la oportunidad, lo haría", afirmó la compositora. Junto a su esposo ejecutó sonidos en su mayoría sólo audible para perros por medio de silbatos e instrumentos electrónicos y acústicos. El recital duró veinte minutos, el máximo de tiempo de concentración de los afortunados caninos que disfrutaron de la música unos aullando y ladrando, otros mirando inmóviles lo que ocurría. Anderson declaró cuando bajó del escenario que nunca había realizado un concierto ante una audiencia tan educada.

En Resistencia, Chaco, en la década del 50, vivió un perro llamado Fernando. El perrito fue todo un personaje,  tiene su estatua de bronce y Mempo Giardinelli escribió un cuento acerca de sus aventuras. Cuando murió su dueño, el músico Fernando Ortiz, se hizo callejero y mimado por toda la población. Parece que Fernando tenía un oído musical absoluto y se lo hacía saber a los ejecutantes. Dicen las crónicas que desafió a grandes artistas como el pianista polaco Ignace Paderewsky, a quién le ladró oportunamente cuando éste tuvo un par de pifias en un concierto.
Muchos pensaron que ‘Callejero’, de Alberto Córtez, estaba dedicada a Fernando, pero el propio autor se encargó de aclarar que su composición está inspirada en Palomo, un perro madrileño. Pero Fernando sí tiene un tema dedicado a su figura. Se llama ‘Fernando, un perro singular’ y está compuesto e interpretado por Matías Barreto.
Cruzando hacia otra rama del arte, se puede citar una entrañable novela de Paul Auster que los amantes de los perros encontrarán deliciosa. En ‘Tombuctú’ (1999), que se puede conseguir fácilmente en la web, Auster se mete en la piel de Mister Bones, un perro cuyo amo es Willy G. Christmas, un vagabundo hijo de la generación de los 60’s que recita interminables monólogos ante el atento oído de Mister Bones.
Por último, no puedo concluir esta columna sin nombrar a Mendieta, el perro pensante de Inodoro Pereyra, entrañables personajes del siempre recordado Negro Fontanarrosa.